martes, 25 de enero de 2011

Un deber, un camino, un oficio, un impulso, una misión, un destino...(FRAGMENTOS XV...)


Para el hombre despierto no había más que un deber: buscarse a sí mismo, afirmarse en sí mismo y tantear, hacia adelante siempre, su propio camino, sin cuidarse del fin al que pueda conducirle. (…) Muchas veces había jugado con imágenes del futuro y había ensoñado los destinos que me estaban reservados, como poeta quizás o quizá como profeta, como pintor o como quién sabe qué. Y todo esto era equivocado. Yo no existía para hacer versos, para predicar o para pintar. Ni yo ni ningún otro hombre existíamos para eso. Todo ello era secundario. El verdadero oficio de cada uno era tan sólo llegar hasta sí mismo. Luego podía terminar en poeta o en loco, en profeta o criminal (…) Yo era un impulso de la naturaleza, un impulso hacia lo incierto, quizás hacia lo nuevo, quizás hacia nada, y mi oficio era tan sólo dejar actuar este impulso, nacido en las profundidades primordiales, sentir en mí su voluntad y hacerlo mío por entero. Esto, y sólo esto, era mi oficio (…) Su misión era encontrar su destino propio, no uno cualquiera, y vivirlo por entero, hasta el final. Toda otra cosa era quedarse a mitad del camino, era retroceder a refugiarse en el ideal de la colectividad, era adaptación y miedo a la propia individual interior.

Hermann Hesse/Demian

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