Al salir de su habitación cerré la puerta y permanecí un momento en la oscuridad, sobre el rellano. La casa estaba en calma y de lo hondo de la caja de la escalera subía un aire oscuro y húmedo. Solo oía los latidos de la sangre que zumbaba en mis oídos permanecí inmóvil. Pero en la habitación del viejo Salamano el perro gimió sordamente.
Albert Camus/El extranjero
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