“Mátame suavemente…tu puedes…suavemente…”
…Abrí la puerta sin esperar nada, el mismo banco, la misma bebida, el mismo mesero, el mismo ambiente al llegar, el humo del cigarro que descansa en tus ojos y la sospecha de la noche acariciándote entre las piernas. Pero había algo nuevo en ese lugar, era una música que venia de un piano consumido por la humedad pero que producía un sonido perfecto, luego una luz es encendida como una vela y aparece una joven pelirroja tocando ese piano, me sorprendo al ver su belleza. Su mirada perdida en el piano que tocaba lentamente, la joven me observa, un silencio en el piano, en el bar, en la noche, luego la joven canta: “Mátame suavemente…tu puedes…suavemente…” inerte yo, la bebida sin consumir en mi mano, no así el cigarro que se consumía descansando en el cenicero, sin movimiento alguno escuchaba el dulce canto melancólico de la joven pelirroja, como es que ella cantaba mi vida, todo eso que decía en su canción era mi vida, ella era muy joven para haber vivido todo eso que cantaba con esa hermosa voz, pero puede que me equivoque, sus ojos decían la verdad de lo que ella decía, sus ojos perdidos en las teclas del piano viejo que contenía y producía un sonido extraño sosteniendo las notas melancólicas, retrasaba el sonido, un lento apagar de cada nota difusa, blusera, melancólica que la joven tocaba. Pero no todos la notaban, más bien nadie, todos con la cabeza abajo en sus tragos, en sus problemas, en su muerte, esperándola, suavemente… Por que esa chica estaba en este lugar de mala muerte, una joven bella de vestido rojo alrededor de todas estas bestias que mataban sus penas con cerveza y algo mas….
Isaac Contreras
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