Si
con la huida se diera por lo menos el inicio de una posible sanación, en este
mismo segundo se largaba, pero eso sería tanto como regresar a los odiosos
tapujos de los que está harto, el no puede ni pensar en la fuga, debe permanecer
aquí, aguantar el revolvedero de adentro, el par de noches en la exactitud de
la soledad desvelada, carajo, y entonces escoge una silla frente a una de las
mesas de Le Marzet….
Rafael Ramirez Heredia
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