miércoles, 18 de julio de 2012

1 CUENTO: “Aquí debe culparse a alguien!”


“Aquí debe culparse a alguien!”
El frio complica siempre las cosas, en verano
 se esta tan cerca del mundo, tan piel contra piel’
Julio Cortázar –No se culpe a nadie-


Era verano y leía un libro, el ventilador iba y venía de un lado a otro, con ese ruido sobre sí mismo, las tres o cuatro de la tarde y  sentía la ropa pegada a la piel, el verano o mejor dicho el calor complican o mejor dicho lo arruina todo. Ya iba a iniciar el segundo cuento y leyó el titulo, parpadeo varias veces por el calor que sentía, volvió a leer el titulo del cuento y se llevo la mano izquierda para frotarse los ojos, paso la mano por debajo de los lentes, de reojo vio como iba y venía el abanico, volvió a leer el titulo y luego lee la primera frase “el frio lo complica siempre todo” y vuelve a leerla “el frio complica siempre las cosas” se recarga en el respaldo de la silla, estira los pies y se acerca con ambas manos la novela a cierta distancia que le parece adecuada, con la mano derecha jalonea su camisa para despegarla de la piel y continua leyendo “sin ganas silban un tango” no le gusta cómo suena en su mente y vuelve a leer “sin ganas silba un tango…” vuelve a trabarse “y empieza a ponerse lo delante, delante del espejo” se acomoda en la silla y vuelve a la lectura “pero le cuesta el hacer pasar el brazo… no es fácil…pero le cuesta hacer pasar el brazo”  “poco a poco va avanzando hasta que… poco a poco va avanzando la mano hasta que” se siente incomodo no ha pasado la primera hoja y siente que se le complica la manera que está escrito el cuento, o es el calor, lo adjudica al calor, se vuelve acomodar en la silla y continua leyendo “de un tirón se arranca la manga del pulóver y se mira  a la mano como si fuese suya, pero ahora que está afuera del pulóver se ve que es su mano de siempre…” algo no parece estar bien, examine el texto observa cada palabra a omitido un “no” eso era, vuelve a leer desde el fragmento que considera más pertinente mientras se jala la camisa del pecho “y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra mano manga” se acomodo en la silla y se acerca al escritorio, eso no tiene sentido y vuelve a leer “y se le ocurre que lo mejor será meter el otro brazo en la otra manga” carajo no podía ni siquiera leer bien mas de 4 renglones pensaba,  sentía que el texto estaba mal escrito, o con un juego de palabras, el verbo antes que la acción o alguna cosa de esas de la gramática, volvía a ver el abanico y a escuchar su sonido mientras alzaba la vista y se arrojaba aire para quitarse el pelo de la cara, vuelve a leer “podría (¡NO!) parece… parecería que no…” volvía a equivocarse pero termino la primera pagina, vio la hoja completa y se sintió un idiota al ver que no eran más de 30 líneas y no pudo leerlas de corrido, había algo en este texto que constantemente hacia que se trabara, hojeo para saber cuántas hojas le restaban para que acabara el cuento, uno…dos…tres…cuatro…(se jalo la camisa del cuello)…cinco… cinco hojas y terminaba el segundo cuento del libro, se quito el pelo de la cara con la mano derecha y volvió a la lectura, más concentrado estaba leyendo bien, no se trababa, ni agregaba ninguna palabra, mientras leía, pensó que no se estaba trabando que estaba  leyendo bien hasta que en la frase cometió un nuevo error “agachar la cabeza para calarza…” ¡CALZARLA! Se grito y repitió la palabra ¡calzarla! Carajo y siguió con la lectura, pero esta vez en voz alta, quiere escucharse, haber si así puede leer sin ningún error,   y así empieza, una buena lectura, sin cometer errores, a avanzado la tercera parte de la pagina y  trata de escucharse, empieza a hacerlo y con ello empieza a leer lento, con pausas innecesarias, agregando comas, no entiende lo que leyó, y vuelve a repetirlo más fuerte, continua así hasta llegar al final de la pagina con un error “siga apresado con la manga…” “siga apresada en la manga” y mas que error era duda, no estaba comprendiendo la lectura de tantas trabas, con el pie giro un poco el abanico para que le diera de golpe el aire en la cara, las aspas golpeaban la superficie que las cubrían y sonaba aun mas fuerte el sonido molesto del ventilador, el calor se sentía en la piel, olvido la idea del calor y siguió leyendo, la tercera página, leía en voz alta algunas partes y otras en silencio, cambiaba un “puede” por un “pueda” unas pausas torpes pero leía bien y su mente ya trabajaba con las imágenes que recreaban lo que estaba leyendo, estaba entendiendo ya que podía llevarlo a las imágenes en su mente, como sucedía la acción del cuento…
“la boca mojada, los agujeros de la nariz, la lana de las mejillas” ¡CARAJO! ¡qué mierda! ¿!La lana de las mejillas!? Es “le gana las mejillas” como, ¿de dónde sacas estas palabras? se preguntaba mientras interrumpió la lectura, recargado en la silla, sintió el viento del abanico en su cara moviendo su pelo de la frente, se acomodo los lentes y acerco el libro y busco donde se había quedado, en que parte del la hoja del cuento, se da cuenta que se a quedado casi exactamente en la mitad de la pagina, con una risa se burla de sí mismo, ante el lamentable espectáculo que estaba actuando, vuelve a reírse, y comienza a leer desde donde se quedo, en su mente sin alzar la voz, moviendo figurativamente los labios siguiendo con los ojos la lectura…
 “lo malo es que aunque lo malo palma..palpa” parecía que se había desconectado por un breve momento, volvió a leer “lo malo es que aunque la mano palpa” pensó en lo primero que había leído y no tenía sentido, observo cómo había leído más de diez líneas, las conto una por una poniendo el dedo sobre cada línea de la hoja y no recordaba nada de ninguna de ellas, sorprendido se encontraba, no entendía que estaba ocurriendo, se jalo la camisa de ambos extremos, de los hombros, sentía que ya era parte de su piel, el abanico giraba y le volvía a pegar la camisa a la piel, el  jalo de golpe la camisa de su cuerpo y movió el abanico hacia atrás, vuelve a la mitad de la pagina a leer esas más de diez líneas que no recordaba “ÿ todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar…” y se echa a reír mientras con los pies se arrastraba con la silla hacia atrás  ¡y si eh! Se dice así mismo y se vuelve a reír, sigue leyendo, comprende ahora si las más de diez líneas y termina toda la hoja, rápidamente le da la vuelta y con el mismo ritmo quiere terminar la otra y lo hace, a excepción de unas cuantas pausas torpes, termina la hoja de una sola lectura, sin errores que haya podido percibir, logro imaginar la situación que describían, paso su mano por el pelo, el calor era cada vez más notable, el abanico con su nefasto ruido giraba de un lado a otro, trataba de seguir con el mismo ritmo en la lectura, faltaban ya dos hojas, llevaba como cuatro líneas cuando dejo de leer, no podía creerlo no podía leer dos hojas seguidas, sin cometer un error, no lo podía creer un poco desesperado, pues la lectura se le estaba complicando, y no sabía porque,  “y por eso con la manga derecha” ¡NO! ¡NO! “y para eso con la mano derecha” ¡carajo!,  continuaba leyendo y se complicaba “en menos de que vez de ayudarla porque de golpe le duele la manga” se levanto la camisa con una mano se sentía en la piel el calor insoportable que el abanico no lograba mitigar, casi pierde la pagina pues el dedo gordo quedo como único separador, se movió el pelo de un lado a otro rápidamente, el calor, el calor…. Después de un rato de estar más tranquilo por el calor y tras quedarse un momento frente al abanico continuo con la lectura pero antes se movió de la silla, se jalo la camisa en varias partes, de los hombros, luego del pecho, seguido del lado derecho, volvió a pasarse la mano por el pelo y acomodarse en la silla, continuo leyendo, lee un poco mejor, se imagina los movimientos del personaje con la lucha que tiene con el pulóver, se traba pero corrige rápidamente un “por” por un “para” algún “que” de mas o un “la, le” al final de la hoja se volvió a equivocar “y hacía falta que la mano le yedera en vez de trepar o logar inulitaria…” volvió a leer y a corregirse sin comprender tanto error, no sabía el por qué, terminaba y rápidamente le daba la vuelta a la hoja y leía la ultima, no sin antes equivocarse en la primera línea “arañándose y pellizcándose” ¡carajo! ¡su puta madre! A-R-A-Ñ-A-N-D-O-L-O  ¿entiendes? P-E-L-L-I-S-C-A-N-D-O-L-O!!!! Siguió leyendo “porque todos`(se trabo trato de corregir) por que todo…(volvía a trabarse, suspiro y lentamente leyó) por que toda su voluntad acababa en la mano izquierda, quizá ha caído de rodillas…” leía una y otra vez una línea, no estaba comprendiendo nada, con esfuerzo y tras una segunda lectura lo comprendía, sabía lo que le pasaba al sujeto del cuento, “de la baba azul de la lana de adentro” ¿baba? Si baba, y escucho el sonido nefasto del abanico y volvía a leer esa línea y luego seguía leyendo lo que continuaba, alzando la voz fuertemente, ya eran las últimas líneas del cuento… termino el cuento sabe que lo termino pero vuelve a leer la mitad de la hoja, no da pie a que su cerebro genere algo, vuelve a leer, ojos… ojos… manos… carajo y sigue leyendo mientras piensa cuantas veces la palabra “ojos” esta escrita…
“un aire fragoso” ¡NO! “un aire fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos…” y escucha el ruido taladrante del abanico que gira y gira, y el calor, el calor, vuelve a recordar las últimas palabras del cuento “y doce pisos” y recuerda el titulo del cuento, y la ropa pegada a su piel, y la mala y torpe lectura, el sudor en la frente, la silla y el calor, y en su mente empieza a revolverse generando una imagen… ¡Aquí debe culparse a alguien! Es necesario culpar a alguien: al autor o al editor o al lector o al abanico o al calor… pero a alguien se debe culpar… 

Isaac Contreras

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