“Aquí debe culparse a alguien!”
“El frio complica siempre las cosas, en verano
se esta tan cerca del mundo, tan piel contra piel’
Julio Cortázar –No se culpe a nadie-
se esta tan cerca del mundo, tan piel contra piel’
Julio Cortázar –No se culpe a nadie-
Era verano y leía un libro, el
ventilador iba y venía de un lado a otro, con ese ruido sobre sí mismo, las
tres o cuatro de la tarde y sentía la
ropa pegada a la piel, el verano o mejor dicho el calor complican o mejor dicho
lo arruina todo. Ya iba a iniciar el segundo cuento y leyó el titulo, parpadeo
varias veces por el calor que sentía, volvió a leer el titulo del cuento y se
llevo la mano izquierda para frotarse los ojos, paso la mano por debajo de los
lentes, de reojo vio como iba y venía el abanico, volvió a leer el titulo y
luego lee la primera frase “el frio lo complica siempre todo” y vuelve a leerla
“el frio complica siempre las cosas” se recarga en el respaldo de la silla,
estira los pies y se acerca con ambas manos la novela a cierta distancia que le
parece adecuada, con la mano derecha jalonea su camisa para despegarla de la
piel y continua leyendo “sin ganas silban un tango” no le gusta cómo suena en
su mente y vuelve a leer “sin ganas silba un tango…” vuelve a trabarse “y
empieza a ponerse lo delante, delante del espejo” se acomoda en la silla y
vuelve a la lectura “pero le cuesta el hacer pasar el brazo… no es fácil…pero
le cuesta hacer pasar el brazo” “poco a
poco va avanzando hasta que… poco a poco va avanzando la mano hasta que” se
siente incomodo no ha pasado la primera hoja y siente que se le complica la
manera que está escrito el cuento, o es el calor, lo adjudica al calor, se
vuelve acomodar en la silla y continua leyendo “de un tirón se arranca la manga
del pulóver y se mira a la mano como si
fuese suya, pero ahora que está afuera del pulóver se ve que es su mano de
siempre…” algo no parece estar bien, examine el texto observa cada palabra a
omitido un “no” eso era, vuelve a leer desde el fragmento que considera más
pertinente mientras se jala la camisa del pecho “y se le ocurre que lo mejor será
meter el otro brazo en la otra mano manga” se acomodo en la silla y se acerca
al escritorio, eso no tiene sentido y vuelve a leer “y se le ocurre que lo
mejor será meter el otro brazo en la otra manga” carajo no podía ni siquiera
leer bien mas de 4 renglones pensaba, sentía
que el texto estaba mal escrito, o con un juego de palabras, el verbo antes que
la acción o alguna cosa de esas de la gramática, volvía a ver el abanico y a
escuchar su sonido mientras alzaba la vista y se arrojaba aire para quitarse el
pelo de la cara, vuelve a leer “podría (¡NO!) parece… parecería que no…” volvía
a equivocarse pero termino la primera pagina, vio la hoja completa y se sintió un
idiota al ver que no eran más de 30 líneas y no pudo leerlas de corrido, había algo
en este texto que constantemente hacia que se trabara, hojeo para saber cuántas
hojas le restaban para que acabara el cuento, uno…dos…tres…cuatro…(se jalo la
camisa del cuello)…cinco… cinco hojas y terminaba el segundo cuento del libro,
se quito el pelo de la cara con la mano derecha y volvió a la lectura, más
concentrado estaba leyendo bien, no se trababa, ni agregaba ninguna palabra,
mientras leía, pensó que no se estaba trabando que estaba leyendo bien hasta que en la frase cometió un
nuevo error “agachar la cabeza para calarza…” ¡CALZARLA! Se grito y repitió la
palabra ¡calzarla! Carajo y siguió con la lectura, pero esta vez en voz alta,
quiere escucharse, haber si así puede leer sin ningún error, y así
empieza, una buena lectura, sin cometer errores, a avanzado la tercera parte de
la pagina y trata de escucharse, empieza
a hacerlo y con ello empieza a leer lento, con pausas innecesarias, agregando
comas, no entiende lo que leyó, y vuelve a repetirlo más fuerte, continua así
hasta llegar al final de la pagina con un error “siga apresado con la manga…” “siga
apresada en la manga” y mas que error era duda, no estaba comprendiendo la
lectura de tantas trabas, con el pie giro un poco el abanico para que le diera
de golpe el aire en la cara, las aspas golpeaban la superficie que las cubrían
y sonaba aun mas fuerte el sonido molesto del ventilador, el calor se sentía en
la piel, olvido la idea del calor y siguió leyendo, la tercera página, leía en
voz alta algunas partes y otras en silencio, cambiaba un “puede” por un “pueda”
unas pausas torpes pero leía bien y su mente ya trabajaba con las imágenes que
recreaban lo que estaba leyendo, estaba entendiendo ya que podía llevarlo a las
imágenes en su mente, como sucedía la acción del cuento…
“la boca mojada, los agujeros de
la nariz, la lana de las mejillas” ¡CARAJO! ¡qué mierda! ¿!La lana de las
mejillas!? Es “le gana las mejillas” como, ¿de dónde sacas estas palabras? se
preguntaba mientras interrumpió la lectura, recargado en la silla, sintió el
viento del abanico en su cara moviendo su pelo de la frente, se acomodo los
lentes y acerco el libro y busco donde se había quedado, en que parte del la
hoja del cuento, se da cuenta que se a quedado casi exactamente en la mitad de
la pagina, con una risa se burla de sí mismo, ante el lamentable espectáculo que
estaba actuando, vuelve a reírse, y comienza a leer desde donde se quedo, en su
mente sin alzar la voz, moviendo figurativamente los labios siguiendo con los
ojos la lectura…
“lo malo es que aunque lo malo palma..palpa” parecía
que se había desconectado por un breve momento, volvió a leer “lo malo es que
aunque la mano palpa” pensó en lo primero que había leído y no tenía sentido,
observo cómo había leído más de diez líneas, las conto una por una poniendo el
dedo sobre cada línea de la hoja y no recordaba nada de ninguna de ellas,
sorprendido se encontraba, no entendía que estaba ocurriendo, se jalo la camisa
de ambos extremos, de los hombros, sentía que ya era parte de su piel, el
abanico giraba y le volvía a pegar la camisa a la piel, el jalo de golpe la camisa de su cuerpo y movió
el abanico hacia atrás, vuelve a la mitad de la pagina a leer esas más de diez líneas
que no recordaba “ÿ todo eso lo va llenando de ansiedad y quisiera terminar…” y
se echa a reír mientras con los pies se arrastraba con la silla hacia atrás ¡y si eh! Se dice así mismo y se vuelve a reír,
sigue leyendo, comprende ahora si las más de diez líneas y termina toda la
hoja, rápidamente le da la vuelta y con el mismo ritmo quiere terminar la otra
y lo hace, a excepción de unas cuantas pausas torpes, termina la hoja de una
sola lectura, sin errores que haya podido percibir, logro imaginar la situación
que describían, paso su mano por el pelo, el calor era cada vez más notable, el
abanico con su nefasto ruido giraba de un lado a otro, trataba de seguir con el
mismo ritmo en la lectura, faltaban ya dos hojas, llevaba como cuatro líneas cuando
dejo de leer, no podía creerlo no podía leer dos hojas seguidas, sin cometer un
error, no lo podía creer un poco desesperado, pues la lectura se le estaba
complicando, y no sabía porque, “y por
eso con la manga derecha” ¡NO! ¡NO! “y para eso con la mano derecha” ¡carajo!, continuaba leyendo y se complicaba “en menos
de que vez de ayudarla porque de golpe le duele la manga” se levanto la camisa
con una mano se sentía en la piel el calor insoportable que el abanico no
lograba mitigar, casi pierde la pagina pues el dedo gordo quedo como único separador,
se movió el pelo de un lado a otro rápidamente, el calor, el calor…. Después de
un rato de estar más tranquilo por el calor y tras quedarse un momento frente
al abanico continuo con la lectura pero antes se movió de la silla, se jalo la
camisa en varias partes, de los hombros, luego del pecho, seguido del lado
derecho, volvió a pasarse la mano por el pelo y acomodarse en la silla,
continuo leyendo, lee un poco mejor, se imagina los movimientos del personaje
con la lucha que tiene con el pulóver, se traba pero corrige rápidamente un “por”
por un “para” algún “que” de mas o un “la, le” al final de la hoja se volvió a
equivocar “y hacía falta que la mano le yedera en vez de trepar o logar
inulitaria…” volvió a leer y a corregirse sin comprender tanto error, no sabía
el por qué, terminaba y rápidamente le daba la vuelta a la hoja y leía la
ultima, no sin antes equivocarse en la primera línea “arañándose y pellizcándose”
¡carajo! ¡su puta madre! A-R-A-Ñ-A-N-D-O-L-O ¿entiendes? P-E-L-L-I-S-C-A-N-D-O-L-O!!!! Siguió
leyendo “porque todos`(se trabo trato de corregir) por que todo…(volvía a
trabarse, suspiro y lentamente leyó) por que toda su voluntad acababa en la
mano izquierda, quizá ha caído de rodillas…” leía una y otra vez una línea, no
estaba comprendiendo nada, con esfuerzo y tras una segunda lectura lo comprendía,
sabía lo que le pasaba al sujeto del cuento, “de la baba azul de la lana de
adentro” ¿baba? Si baba, y escucho el sonido nefasto del abanico y volvía a
leer esa línea y luego seguía leyendo lo que continuaba, alzando la voz
fuertemente, ya eran las últimas líneas del cuento… termino el cuento sabe que
lo termino pero vuelve a leer la mitad de la hoja, no da pie a que su cerebro genere
algo, vuelve a leer, ojos… ojos… manos… carajo y sigue leyendo mientras piensa
cuantas veces la palabra “ojos” esta escrita…
“un aire fragoso” ¡NO! “un aire
fragoroso que lo envuelva y lo acompañe y lo acaricie y doce pisos…” y escucha
el ruido taladrante del abanico que gira y gira, y el calor, el calor, vuelve a
recordar las últimas palabras del cuento “y doce pisos” y recuerda el titulo
del cuento, y la ropa pegada a su piel, y la mala y torpe lectura, el sudor en
la frente, la silla y el calor, y en su mente empieza a revolverse generando
una imagen… ¡Aquí debe culparse a alguien! Es necesario culpar a alguien: al
autor o al editor o al lector o al abanico o al calor… pero a alguien se debe
culpar…
Isaac Contreras
Isaac Contreras
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