“Una lagrima nunca fue tan cotizada”
Unas lágrimas intactas las cuales salían de sus hermosos ojos, unas lágrimas de color negro por el rímel que se mezclaba y dejaba huella a su paso en su rostro, unas lágrimas que precedieron de unas palabras como las siguientes “no lo entiendo… en verdad que no lo comprendo…”
Unas lagrimas que manchaban en el roce del penúltimo contacto físico (el de apretarlas manos y no quererse alejar) unas lagrimas que reposaban en medio de esas manos, en medio de las delicadas manos de ella y en las robustas manos de él. Unas lagrimas que contradecían a la acción que pedía la otra persona “por favor… no llores… me duele verte así…” Unas lágrimas con un sabor tristemente amargo al momento de besarla en el pómulo izquierdo sobre una de ellas. Unas lágrimas que se pierden con la última caricia sobre la mejilla…
****
Y ahí estaba yo…
Viendo esa escena, viéndola a ella como lloraba, sobre la mesa, en este café-restaurante, no le importaban las pocas personas que había a su alrededor…
Yo estaba frente a ella, en otra mesa, leyendo/tomando café/escribiendo/comiendo…
El ya no estaba, la había dejado ahí sola, en esa situación, en ese estado, yo la observaba, no podía dejar de verla, las demás personas solo de reojo la miraban para enterarse de que sucedía, yo lo había visto todo, como se fueron dando las cosas, hasta llegar a este momento…
Una vez que se recupero un poco, recordando que estaba en un café, respiro profundo, tomo un pequeño sorbo a su café, y con ambas manos se limpio el rímel que había dejado las lagrimas en su rostro, en ese momento me observo, yo no supe que hacer, ella se ruborizo, la pena la embargo y yo no sé porque pero, tome mi taza y la alce hacia ella (no sé por qué hice eso, en verdad no lo sé ) ella hizo lo mismo (quizás había entendido, lo que ella estaba pasando, lo que sentía) y los dos bebimos de nuestros cafés…
Cuando ella se termino su café, creí que se iría, pero no, llamo al mesero pidió algo más y se levanto al baño llevando su bolsa…
No comprendía porque ella seguía en este café-restaurante después de lo que había sucedido, llame al mesero y le pregunte qué es lo que ella había pedido, el mesero me contesto “una rebanada del mejor pastel de manzana casero de la ciudad…quiere probarlo o desea algún otro postre…” (supe después que era la especialidad de este café-restaurante) le pedí que me trajera lo mismo, una rebanada del mismo pastel…
Cuando ella regreso del baño, claramente se notaba que había llorado aun mas (dentro del baño) yo ya me encontraba comiendo la rebanada de pastel que había traído el mesero, ya sabía por qué lo había pedido ella, o al menos eso pensaba yo, quizás la dulzura del pastel contrastaría un poco con la tristeza que ella sentía en este momento…
Isaac Contreras
Unas lágrimas intactas las cuales salían de sus hermosos ojos, unas lágrimas de color negro por el rímel que se mezclaba y dejaba huella a su paso en su rostro, unas lágrimas que precedieron de unas palabras como las siguientes “no lo entiendo… en verdad que no lo comprendo…”
Unas lagrimas que manchaban en el roce del penúltimo contacto físico (el de apretarlas manos y no quererse alejar) unas lagrimas que reposaban en medio de esas manos, en medio de las delicadas manos de ella y en las robustas manos de él. Unas lagrimas que contradecían a la acción que pedía la otra persona “por favor… no llores… me duele verte así…” Unas lágrimas con un sabor tristemente amargo al momento de besarla en el pómulo izquierdo sobre una de ellas. Unas lágrimas que se pierden con la última caricia sobre la mejilla…
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Y ahí estaba yo…
Viendo esa escena, viéndola a ella como lloraba, sobre la mesa, en este café-restaurante, no le importaban las pocas personas que había a su alrededor…
Yo estaba frente a ella, en otra mesa, leyendo/tomando café/escribiendo/comiendo…
El ya no estaba, la había dejado ahí sola, en esa situación, en ese estado, yo la observaba, no podía dejar de verla, las demás personas solo de reojo la miraban para enterarse de que sucedía, yo lo había visto todo, como se fueron dando las cosas, hasta llegar a este momento…
Una vez que se recupero un poco, recordando que estaba en un café, respiro profundo, tomo un pequeño sorbo a su café, y con ambas manos se limpio el rímel que había dejado las lagrimas en su rostro, en ese momento me observo, yo no supe que hacer, ella se ruborizo, la pena la embargo y yo no sé porque pero, tome mi taza y la alce hacia ella (no sé por qué hice eso, en verdad no lo sé ) ella hizo lo mismo (quizás había entendido, lo que ella estaba pasando, lo que sentía) y los dos bebimos de nuestros cafés…
Cuando ella se termino su café, creí que se iría, pero no, llamo al mesero pidió algo más y se levanto al baño llevando su bolsa…
No comprendía porque ella seguía en este café-restaurante después de lo que había sucedido, llame al mesero y le pregunte qué es lo que ella había pedido, el mesero me contesto “una rebanada del mejor pastel de manzana casero de la ciudad…quiere probarlo o desea algún otro postre…” (supe después que era la especialidad de este café-restaurante) le pedí que me trajera lo mismo, una rebanada del mismo pastel…
Cuando ella regreso del baño, claramente se notaba que había llorado aun mas (dentro del baño) yo ya me encontraba comiendo la rebanada de pastel que había traído el mesero, ya sabía por qué lo había pedido ella, o al menos eso pensaba yo, quizás la dulzura del pastel contrastaría un poco con la tristeza que ella sentía en este momento…
Isaac Contreras
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